Hablar de ti siempre fue algo parecido a ver el cielo. El cielo de Buenos Aires. Es decir, tu pelo y tus ojos y la blancura de tu piel era eso: mirar para arriba como quien se asoma por la ventana para ver cómo está el día o como quien sube por la escalera eléctrica mientras sale del subte.
Hablar de ti tambien me recuerda a los cementerios, pero no los nublados en blanco y negro como los de las fotos de Patti Smith. Los cementerios durante un día de verano, con flores recién puestas, dejadas por los que adoran con devoción; allí, donde las almas divagan libres. Hablar de ti siempre fue eso, la luz. Hasta que cayó la noche y mi voz se apagó.